Niños adoptados y problemas del vínculo

Es frecuente que las familias con algún hijo adoptado acudan a las consultas de psicología movidos por un mal comportamiento del menor, irritabilidad o incluso agresividad. Todos estos comportamientos externalizantes frecuentemente suelen tener su origen en la angustia causado por problemas en el vínculo.

El vínculo es la relación emocional especial que se establece entre el niño y la persona que lo cría o lo cuida. La función primordial del vínculo o apego consiste en una necesidad vital de reducir la ansiedad que permita el afrontamiento de situaciones cotidianas pero complicadas para el niño. Esta relación le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. Se expresa mediante comportamientos del niño (por ejemplo el llanto, las sonrisas reflejas o el balbuceo) cuyo objetivo es mantener físicamente cerca la persona de referencia, para que le cuide y quedará determinado, en gran medida, por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto.

brothers-457234_1280El apego proporciona la seguridad emocional del niño, ser aceptado y protegido incondicionalmente. Pudiendo utilizar esto como base de seguridad para explorar el mundo y madurar.

Generalmente el apego tiene lugar en los primeros 8 a 36 meses de edad. Las experiencias durante esta primera etapa del desarrollo evolutivo de un individuo determinan la capacidad para formar relaciones íntimas y emocionalmente sanas. La empatía, el afecto, el deseo de compartir, el inhibirse de agredir, la capacidad de amar y ser amado, están asociadas a la calidad del vínculo creado con la figura de apego.

Por ello, la falta de figuras de apego seguro durante las primeras etapas de la vida, por los cambios frecuentes de cuidador en las instituciones donde ha permanecido, tiene su repercusión frente a cada nuevo intento de vinculación. Los niños institucionalizado reciben un estilo de cuidado general, no individual, y además, en numerosas ocasiones establecen relaciones de apego con adultos que los rechazan o ignoran, generando así en ellos una expectativa negativa sobre el adulto (“no te puedes fiar de ellos, porque no te van a cuidar ni proteger”) y también sobre ellos mismo (sentirse indigno de amor y protección).

Con todo ello, frecuentemente, los niños adoptados desarrolla un comportamiento en el que prima la desconfianza, la agresión, el rechazo y la evitación. La mayoría de niños que presentan alteraciones en el vínculo afectivo suelen poner a prueba constantemente el amor de sus padres y los lazos que tienen en común. Lo peor y además paradójico es que pueden llegar a hacerlo mediante exigencias, manipulaciones, mentiras e, incluso, utilizando comportamientos agresivos y violentos hacia las personas que quieren. También, a veces, contra ellos mismos. En realidad, necesitan constantemente reafirmar la presencia física de los padres, la que no tuvieron cuando el apego se estaba creando, aunque sea para que les riñan.

Para los niños con problemática del vínculo, la creación de lazos afectivos supone un sobreesfuerzo emocional inicial, y esto puede producir ansiedad, intranquilidad y nerviosismo. Y pueden reaccionar mostrando una incapacidad persistente para iniciar la mayor parte de las relaciones sociales, o todo lo contraria, mostrando una sociabilidad indiscriminada o una ausencia de selectividad en la elección de figuras de vinculación. Ambos presentaciones se darán de forma extrema y notoria.

Terapia de FamiliaAdemás, tras la adopción se debe producir un cambio en los patrones de conducta que les genera angustia. La utilización de conductas anteriormente adaptativas, como llamadas de atención extremas o gritos para sobresalir del resto del grupo de niños, ahora carecen de utilidad en su nueva vida, pero ellos están acostumbrados a funcionar así, por lo que se genera un choque entre el hábito y las nuevas necesidades, generando intranquilidad y dificultades en la familia.

Así mismo, la atención y el autocontrol son habilidades aprendidas y entrenada, por lo que la falta de estímulo en niños institucionalizados hace que este aprendizaje sea más dificultoso posteriormente.

En general, podemos afirmar, que un vínculo roto, no establecido o deficiente va a generar probablemente un niño inseguro, temeroso del entorno, y de las personas, con dificultad en atención, exceso de actividad, inestabilidad y falta de autocontrol, impulsividad, problemas de relación social y confianza en los demás, dificultades con la empatía, retrasos del aprendizaje, dificultad en aceptación de normas y límites, negativismos, desobediencia, mentiras frecuentes o rabietas.

Muchas de las conductas problemáticas no dejan de ser manifestaciones reactivas ante situaciones vitales estresantes actuales o pasadas. Por tanto, tendrán que ser corregirlas pero sin olvidar su origen emocional, puesto que el objetivo fundamental en la familia debe es reforzar la línea emocional del niño. Se trata que el niño vaya ganando confianza en sí mismo a medida que se le proporciona un mayor apoyo afectivo por parte de los nuevos cuidadores, un ambiente predecible y estable, en el que la muestra de afecto sea constante y lineal, sin incongruencias, incondicional.

Puede ser necesaria la intervención de un psicólogo infantil que trabaje con niño, para trabajar aspectos concretos de las emociones y sentimientos del niño, según la historia, puede ser necesario reelaborar antiguos traumas o acompañar al niño en el afrontamiento de nuevas situaciones. Pero además, uno de los principales objetivos del terapeuta será proporcionar información y comprensión acerca del problema a los padres o tutores del niño. Ayudarles a potenciar espacios de comunicación diaria con el niño, fomentando la calidad en la interacción, para conseguir que el niño explique sus sentimientos y emociones. Y enfatizando en cuanto de importante es que les recuerden muy frecuentemente cuanto le quieren y lo importante que es él para la familia.

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