Adopciones

La adopción es siempre un hito muy importante para la unidad familiar adoptante. Si bien las etapas previas a la adopción son esenciales y la preparación de los padres es conveniente para el éxito de la adopción, un factor decisivo es su actitud ante el nuevo hijo. Se piensa que la fuerza del cariño y el aportarles un entorno ordenado y afectivo es suficiente para superar todas las necesidades especiales y para paliar todas las heridas del pasado de éstos.
Pero lo cierto es que la mayor parte de las familias adoptivas se ven en la necesidad de apoyo especializado en algún momento del desarrollo de sus hijos e hijas adoptados. Aunque hay importantes diferencias, como la edad en que han sido adoptados, sus vivencias antes de la adopción y las características individuales de cada niño, la experiencia muestra que la mayor parte de los menores vienen emocionalmente dañados como consecuencia de las situaciones de abandono y las pérdidas que han vivido. El sentimiento de sí mismo será diferente al de los niños que han vivido siempre con sus padres biológicos. La cuestión de ser adoptado volverá a surgir, consciente o inconscientemente, en diversos momentos del crecimiento y desarrollo de esa persona. Los niños adoptados viven esta experiencia de forma diferente según la etapa evolutiva en la que se encuentren:
- Edad preescolar (0 – 5 años): Es la etapa ideal para saberlo. No manifiestan sentimiento de pérdida ante la revelación de su condición adoptiva. Repiten literalmente la historia que se les ha contado, junto con otras fabulaciones y fantasías de cosecha propia. Tienen que saber que “estuvieron en la tripita de otra mamá y no en la de su madre adoptiva”.
- Edad escolar (6 – 12 años): Empiezan a comprender el sentido de ser una niña o niño adoptado. Perciben la adopción como la construcción de su familia pero también como la pérdida de su “otra familia”.Pueden llegar a mostrar agresividad, incomunicación, irritabilidad o melancolía en relación a este tema. Todo ello tiene que ver con el duelo que implica asumir el abandono. A partir de aquí, se inicia una etapa de comprensión, hasta que en la adolescencia los conflictos se reaviven nuevamente.
- Pubertad y adolescencia (13 años en adelante): A partir de esta etapa pueden comprender su condición adoptiva y empezar a planteársela en términos de vacío en su propia identidad. La pérdida de conexión con la línea genealógica es vivida por la persona adoptada como una pérdida de una parte de su identidad que irá afrontando a medida que perciba confianza y aceptación incondicional. La persona adoptada se plantea cuestiones como: ¿quién soy yo?, ¿qué podría haber sido?, ¿Cómo sería si…?.